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CAPITULO VII
En la expedición de la cual acabo de hablar, Topa-Inga-Yupangui y sus generales sometieron considerable número de diversas naciones. Pero sin duda el suceso más notable fué la conquista de la provincia de Quito, que por su fertilidad y número de sus habitantes, podía luchar con el imperio de los Ingas. Topa-Inga-Yupangui encontró fuerte resistencia y fué atacado por tal multitud de bárbaros, que, a pesar de las derrotas tan repetidas que les ocasionaban, quedaban siempre batantes para vengar la muerte de los que habían perecido. Hasta llegar a Quito, cada ciudad fue teatro de sangrientas luchas. Pero como los Ingas llevaban una multitud innumerable de guerreros que hubieran considerado como un crímen perder una pulgada de terreno, acabaron por subyugar a los habitantes de la provincia de Quito, cuya resis- |
tencia costó, sinembargo, la vida a gran parte de la nobleza peruana. El Inga, después de haberlos dominado completamente, y tomado preso a su general Pillaguasu, cacique de la provincia de los Quilacos, los obligó a construír una fortaleza y dejó una guranición compuesta de guerreros de gran valor. Ordenó a los vencidos que en lo futuro los respetasen como a sus jefes y que le suministrafen todo lo que podían necesitar. Cuando el Inga hubo arreglado todo lo relativo al gobierno del país que acababa de avasallar, resolvió llevar sus conquistas a las provincias vecinas, que creía tan ricas como la de Quito. Avanzó en el territorio de los Chimbos, y llegó, después de haber atravesado montañas casi inaccesibles, a la de los Guancavillcas. Durante esta marcha hizo construír la fortaleza de Machalla y sometió a muchas tribus. De allí se trasladó a Xipixapa y a Apelope (1). Habiendo sabído que en las inmediaciones había un puerto, donde podía embarcarse y aumentar la gloria de su nombre, siguió su marcha adelante e hizo acampar su ejército en Manta, Charapoto y Picuaza; pues éste era tan considerable que no hubiera podido alojarlo y procurarle subsistencias ocupando un territorio menos extenso. Fué en esta marcha y de lo alto de una montaña que vió por la primera vez el mar,al cual adoró y llamó Mama-Cocha o Madre de los lagos (2). Hizo reunir una gran cantidad de embarcaciones, de las cuales se sirven los naturales de esas costas. Son unas especies de armadías fabricadas con vigas de una madera muy liviana, atadas fuertemente y cubiertas de cañas. Los (1) Jipijapa, existe hasta hoy en el Ecuador. |
españoles les han dado el nombre de balsas. Escogió a los pilotos más experimentados, y se embarcó a la cabeza de sus mejores tropas con tanto valor y libertad de espíritu como si hubiera navegado toda su vida (q). Los historiadores peruanos pretenden que ese viaje duró más de un año, y que el Inga descubrió en el Mar del Sur unas islas que llaman Haguachumbi y Ninachumbi. Sinembargo, yo no me atrevo a confirmar este hecho, ni determinar cuáles son las islas de las cuales se hace aquí mención, pero los Indios cuentan que el Inga llevó de esta expedición gran número de prisioneros cuya piel era negra, mucho oro y plata, un trono de cobre y pieles de animales semejantes a los caballos. Se ignora absolutamente en qué parte del Perú o de los mares que bañan sus costas, ha podido encontrar objetos semejantes. Todo lo que puedo decir es que en el año de 1585, que acaba de pasar, don Alonso Niño, que regresaba de la Nueva España a Lima en un navío cargado de mercaderías que le pertenecían y venía con él un piloto de Sonsonate, llamado Juan Gómez, descubrió el viernes 25 de Febrero, unas islas muy hermosas que parecían cortadas por cadenas de montañas muy elevadas y valles muy profundos. Don Alonso Niño atravesó este archipiélago sin tomarse la molestia de ver si estaba habitado, y aun sin detenerse para cargar agua, de la que tenían mucha necesidad. Se cree que estas islas están al este-sud-este de la de la Plata, en los alrededores de Manta, y que, según la ruta que siguió don Alonso Niño, deben estar a distancia de 100 leguas más o menos del puerto de Paita; si ese negociante hubiera tenido más valor y ambición, sabríamos positivamente si esas islas son las que fueron visitadas por Topa-Inga-Yupangui y su tosca flota. Pero es preciso contentar- (q) Ver sobre la construcción de balsas, Garcilaso, Lib. III, cap. XVI [Notas: p.187] |
nos con conjeturas, hasta que un hombre más atrevido tenga la audacia de explorarlas. Un poco más al Sur existen otras islas de las que los Españoles no sacan ningún partido. Un cierto Escobar, habitante de Ica, me ha afirmado que en las antiguas guerras civiles, encontrándose en el puerto de Arica y queriendo escapar de los partidarios de Pizarro, se había embarcado en una chalupa con seis soldados para pasar a la Nueva España. Partieron un viernes a medio día, y el lunes siguiente descubrieron en pleno mar una gran roca oradada como un anillo. El viernes siguiente, al cabo de nueve días de estar en el mar, descubrieron una gran isla, con grandes campos sembrados de maíz y yuca. Cazaron allí un gran número de palomas y se embarcaron nuevamente sin at reverse a penetrar al interior. Nicolás Degio, piloto, que recorre el Mar del Sur desde hace mucho tiempo, me ha asegurado que ha visto otras islas del mismo género y en los mismos parajes; otras personas afirman que han visto habitantes y campos cultivados. Hago mención de todos estos hechos para dar a saber al lector que es muy posible que Topa-Inga-Yupangui haya descubierto algunas de esas islas, cuyo conocimiento se perdió después por negligencia de sus sucesores; los marinos más respetables aseguran que a cierta distancia de las costas se encuentra un archipiélago que comienza hacia el grado 7° de latitud septentrional, y que se extiende a muchos grados más allá de la línea. Fue allí, probablemente, donde desembarcó el Inga, y de donde llevó todas las cosas de las que hemos hablado. Lo que hay de cierto es que regresó victorioso de su expedición marítima. Tomó en seguida la ruta del Cusco, y sometió durante su marcha, a los Guancavillcas y a los Chonos. Después de haber hecho levantar en Tumbes una fortaleza, cuya construcción costó mucho trabajo a los habitantes, des- |
cansó muchos días en Pohechos. Topa-Inga-Yupangui resolvió atravesar las montañas con una parte de su ejército, y dejar la otra a sus tíos, que debían avanzar a través de los llanos, que estaban habitados por naciones belicosas y que no soportaban con paciencia el yugo de Chimo-Cápac. Les encargó también levantar fortalezas y dejar guarniciones suficientes para mantener su autoridad. Durante muchos siglos, los peruanos consideraban el clima de los llanos áridos y arenosos que se extienden a lo largo del Océano, como pestilente y nadie se atrevía a establecerse en ellos. Sinembargo, algunas familias de la provincia de Contisuyo, huyendo de la crueldad de los collas, se decidieron a buscar un refugio en la parte superior de esas llanuras, del lado de Arequipa, con menos esperanza de escapar a la muerte que de retardarla, y porque preferían sucumbir bajo la influencia del clima y no bajo los golpes de sus enemigos. Escogieron para establecerse los lugares menos áridos, se aclimataron y multiplicaron poco a poco. Este ejemplo destruyó la reputación de insalubridad que tenían los llanos hasta entonces y muchas naciones de la montaña fueron sucesivamente a establecerse, siguiendo las corrientes de los ríos que bajaban de la Gran Cordillera. A excepción de algunos lugares realmente malsanos, esos desiertos se llenaron de habitantes y el número de los Yungas llegó a ser tan considerable que los valles no bastaban para su subsistencia, a pesar de que los cultivaban con la industria más grande; aun cuando una gran parte del terreno es de tal manera árido y rocoso, que no se le puede cultivar sino por medio de riegos artificiales, como todavía vemos en muchos valles del Perú, y principalmente en los de Runaguana (1), Chilca y de Villacuri, que producen espléndi- (1) Hoy Lunahuaná. |
dos frutos, sin que haya otra agua que la que se extrae de las entrañas de la tierra. No bastando ya el país a sus habitantes, un gran número de familias se decidieron a expatriarse y se embarcaron en armonías para buscar lugar donde poder establecerse. Ya hemos dicho que la costa principia a ser estéril a partir de Tumbes, que ya estaba poblado por naturales venidos de las montañas, así como las riberas del Luchira y los valles de Catacaos, Tangarara y Piura, como lo afirman los habitantes. Los de Olmos, que por su idioma y sus costumbres se diferencian enteramente de sus vecinos vienen también de las montañas, lo mismo que la mayor parte de las tribus Tallanas. Los habitantes de Motupe y Jayanca, Lambayeque, Callanca (1) y Collique cuentan su origen de distinta manera. Voy a exponer lo más brevemente posible sus diferentes opiniones. Los de Lambayeque y sus alrededores afirman, que en época muy lejana, llegó de la parte septentrional del Perú una gran flota de balsas. El jefe de esos extranjeros era un hombre de gran talento y de gran valor; se llamaba Naymlap; su esposa se llamaba Ceterni. Además, tenía consigo un gran número de concubinas. Los principales oficiales de su casa eran Pitazofi, su tocador de trompeta o de concha marina, instrumento muy estimado entre los Indios; Ninacolla que estaba encargado de su litera y de su trono; Ninagentue, su copero; Fongasigde, que estaba encargado de repartir polvos de conchas por los lugares donde debía pasar; Ochocalo, su cocinero; Xam, que cuidaba de las grasas y los colores con los cuales se pintaba el rostro; en fin Ollopcopoc, que preparaba sus ba- (2) Hoy Jayanca |
ños; Llapchilulli, que hacía sus túnicas y vestidos de plumas muy estimados en esa época (r). Naimlap desembarcó con toda su comitiva en la desembocadura de un riachuelo que se llama hoy Faquisllanga. Abandonaron los inmigrantes sus balsas, se establecieron en el país y construyeron a una media legua de allí, un templo que nombraron Chot (1), colocando en él un ídolo que habían llevado con ellos y que representaba la imagen de su jefe. Estaba hecho de una piedra verde y se llamaba Llampallec, lo que quiere decir figura o está tua de Naymlap. Ese príncipe murió después de un largo reinado dejando gran número de hijos. Para hacer creer al pueblo que era inmortal, se repartió la voz de que, por su poder, eshabía dado alas y había volado al cielo. Sus compañeros se afligieron tanto con su partida, que, aunque casi todos tenían una numerosa familia y se habían ligalo tanto a su nueva patria, cuyo territorio era muy fértil, casi todos la abandonaron y viajaban de todos lados en busca de su jefe. Sus hijos nacidos en el país, fueron los únicos que quedaron. Cium sucesor de Naymlap, se casó con una joven llamada Zolzdoñi y tuvo en ella y en algunas concubinas doce hijos, cada uno de los cuales fué jefe de numerosa descendencia. Después de un largo reinado, el curaca se encerró en un subterráneo, donde se dejó morir de hambre, a fin de ocultar su muerte al pueblo y de conservar la opinión de que su raza era inmortal. Los indios llaman a sus sucesores Escuñain, Mascuy, Cuntipallec, Allascunti, Nofanech, Mulu-Muslan, Lla- (r) Lo que dice aquí el autor de la llegada por mar de los habitantes de Lambayeque es tanto más notable por cuanto estos indios hablaban un idioma completamente diferente del Quichua y del Aymara que se habla en todas las provincias vecinas. Tengo una gramática por Fernando de la Carrera. Lima 1644 im 12. Dice que este idioma que es al que llaman Yunga es usado por más de 40,000 Indios en los corregimientos de Piura, Truxillo, Zaña y Caxamarca así como en algunos distritos de las montañas donde los Ingas habían hecho trasladarse a una parte de la población. |
mecoll, Lanipatcum, Acunta, y en fin Tempellec, que fué el último príncipe de esta dinastía. Quiso cambiar de sitio al ídolo de Naimlap, que había sido colocado en el Chot, pero el proyecto le trajo la fatalidad, pues el demonio se le apareció en forma de una joven bella y consiguió seducirlo, mas apenas había cometido el crimen comenzó a llover, cosa que jamás se había visto en los llanos. Ese diluvio duró treinta días y le siguió un año entero de esterilidad y de hambruna. Los sacerdotes y los jefes que habían tenido conocimiento de su pecado, atribuyeron a éste la causa del desastre y luego se apoderaron de su persona y lo echaron al mar atado de pies y manos. Su muerte puso fin a la dinastía de los soberanos naturales del valle de Lambayeque, así llamada a causa del ídolo Llampallec y que Naimlap había llevado. Ya he dicho que los doce hijos de Cium, segundo rey de esta dinastía, tenían numerosa descendencia, con la cual fueron a establecerse a diferentes lugares. Nor, se fue al valle de Cinto; Calla a Cucumé, el tercero a Collique y así los demás. Llapchilulli, del cual ya hemos hablado, y que era muy estimado de Naimlap, a causa de su destreza para hacer vestidos de plumas, partió a la cabeza de todos los que quisieron seguirle y fué a establecerse en el valle de Jayanca, donde sus descendientes reinaron durante largo tiempo. Se ha visto que por la muerte de Tempellec, el trono de Lambayeque estaba vacante. Ese país se goberno mucho tiempo en república y al fin fué sometido por el poderoso Chimoc-Cápac, que dió el gobierno a un cacique llamado Pongmassa, que le reconoció por su señor feudal. Gobernó mucho tiempo sin oposición y tuvo por sucesor a su hijo Pallomassa y Oxa; este último reinó en la época en que los Ingas hicieron la conquista de Caxamarça, y |
fué, por consiguiente, el primer príncipe de su raza que oyó hablar de ellos y aprendió a temer a sus ejércitos. Sus sucesores fueron Llempisan y sus tres hijos, Chullumpisan, Cipromarca y Fellempisan, que sucesivamente ocuparon el trono, Efquempisan y, en fin, Pecfunpisan, que todavía reinaba cuando los españoles llegaron al Perú. Más tarde volveremos a tomar el hilo de esta historia. Ahora explicaré solamente por qué esos príncipes reinaron tan corto tiempo, pues muchos no reinaron más de dos años y ninguno más de doce. A la subida al trono observaban ayunos tan severos y que los debilitaban de tal manera, que jamás volvían a recobrar la salud, y aun sucumbían a veces durante esta inútil penitencia. Es por eso que los hermanos sucedían a los hermanos y que todos eran víctimas del demonio. El ejército de los Ingas venció a las guarniciones que Chimo-Cápac había colocado en todas las naciones que acabamos de mencionar, las sometió y regresó a Cajamarca, según se había convenido en Pohechos. |
Source.
Miguel Cabello de Balboa, 16th cent.
This chapter has been transcribed from the volume at Google Books.
Last updated by Tom Tyler, Denver, CO, USA, Jun 2 2022.
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